"Tenemos
los mejores argumentos para este negocio: una costa formidable, infinita, llena
de escondrijos; un mar secreto, que nos protege; tenemos depósitos, barcos y
hombres; y lo más importante todavía, ¡tenemos cojones!"
Las rías gallegas,
hicieron posible que Galicia fuese un paraíso para los introductores de cocaína
colombiana en los años ochenta del siglo pasado. La llegada de la cocaína a
esta parte de Europa, no se entendería sin la presencia anterior de otros
tráficos y de una organización predispuesta a dejar circular todo tipo de
sustancias ilegales. Galicia, es tierra de frontera, al sur con Portugal, un
país casi hermano en lo que se refiere a lengua y costumbres. En tiempos de la
Segunda República española, ya se producía el fenómeno del estraperlo, comercio
ilegal de artículos sujetos a impuestos (sobre todo tabaco y café) a lo largo
de todo el límite con Portugal. Con la llegada de la dictadura franquista, y
debido a una posguerra que dejó a gran parte de España sumida en la miseria y
el hambre, estos tráficos aumentaron.
Cuando llegó la democracia,
a finales de los setenta, se habían implantado ya las primeras bateas, y sus
estructuras flotantes eran ideales para guardar el tabaco que venía libre de
impuestos de América. Al igual que los viejos estraperlistas, los
contrabandistas de tabaco eran tolerados por la población en general. Cuando
aún se pensaba que el tabaco incluso podía tener efectos beneficiosos para la salud,
los que se buscaban la vida con el contrabando en Galicia, habían establecido
una tupida red de influencias y complicidades.
Muchos de aquellos
contrabandistas dieron el paso hacia la cocaína, una sustancia que conllevaba
en este país las condenas más duras de toda Europa. Y fue en la cárcel, donde
se establecieron las primeras conexiones entre los contrabandistas de tabaco, y
los primeros colombianos que trabajaban para los cárteles y buscaban rutas en
Europa para la cocaína. La llamada "cocaína de descarga", la de las
planeadoras (embarcaciones pequeñas de muchos caballos de potencia para acercar
la droga desde los grandes pesqueros en alta mar hasta las recónditas playas de
Arousa), llegaba a Galicia toda directa de Colombia. Los gallegos introducían
la droga de los colombianos y les pagaban con la misma cocaína: la mitad era
para ellos.
El resto, la distribuían los
colombianos desde Madrid, por sus rutas por España y Europa. En aquellos años,
el 80% o más de la cocaína consumida en Holanda, Italia y otros países había
tocado tierras gallegas. Los colombianos establecidos aquí, que eran secciones
de los grandes cárteles, suministraban sobre todo el Levante español. Galicia,
abastecía sobre todo el norte de España, desde el País Vasco y Asturias, hasta
León. La zona de Arousa, era de las más afortunadas de España en cuanto a
sorteos de lotería. Los narcos buscaban a los auténticos ganadores por todo el
país y les ofrecían más dinero que el del premio.
Ahora, los grandes capos
están en la cárcel. Los colombianos ya no operan por Galicia, aunque siguen en
España. Desde el año 2000, la infraestructura de los narcos galaicos se fue
desmantelando como quien retira capas a una cebolla. Se imputó a los que
blanqueaban, a los que “arreglaban” las planeadoras, a los que guardaban la
droga y “no sabían” de quién era... Pero los frutos de todo aquel dinero, aún
se pueden ver en muchos lugares, como Arousa, con grandes tiendas de marca que
no tienen a nadie quien compre, jóvenes sin trabajo pero con grandes
automóviles de lujo, enormes casas que asemejan mansiones... Las fortunas de la
droga, siguen siendo aún visibles a plena luz del día.
A continuación, adjunto el enlace a un texto del escritor gallego Manuel Rivas, que relata acontecimientos vividos en su propia piel, de aquellos años "dorados" de Galicia.
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