La familia puede ser considerada como el principal agente que guía el proceso de socialización, a través del cual las personas interiorizan las normas que le permiten establecer determinadas formas de interacción social: en el hogar se adquieren los valores, creencias, actitudes y hábitos que influirán en el pensamiento y comportamiento de las personas a lo largo de su vida. Además el entorno familiar, genera y consolida una identidad, otorgando una determinada imagen y concepto sobre quién se es y qué lugar se ocupa con respecto al mundo.
Pero este equilibrio, en condiciones desfavorables puede ser muy frágil y es común que llegue a romperse; esto es lo que ocurre cuando una de las figuras parentales del menor presenta una adicción o una relación problemática con las drogas, tanto legales como ilegales.
Una de las funciones más importantes que tienen las familias en las sociedades contemporáneas es transmitir y modelar tanto actitudes como repertorios conductuales que es permitan a sus miembros asumir posiciones responsables y saludables ante situaciones de riesgo a lo largo de su vida, como lo es el uso de sustancias tóxicas.
En términos globales algunas de las repercusiones a nivel psicológico y físico en los hijos con padres adictos son:
- La baja capacidad para socializar con su grupo de iguales.
- El rechazo a dedicar tiempo en otras actividades lo que puede influir en una disminución de la actividad física y como consecuencia en una posible obesidad.
- La imitación de modelos de comportamientos externos, una baja seguridad y autoestima.
- Estados constantes de ansiedad que pueden convertirse en un importante factor de riesgo para el inicio del consumo de drogas o para el desarrollo de otro tipo de problemas de salud mental (trastornos alimenticios, ludopatías...).
- Cuadros de depresión juvenil, caracterizados por cambios frecuentes en el estado de ánimo, sentimientos de minusvalía, comportamiento agresivo, alteraciones del sueño, ideas y pensamientos de muerte...).
- Generación de patrones de comportamiento que llevan a la repetición de conductas intergeneracionales.
La adicción no solo daña a quien la padece sino también a quienes lo rodean, especialmente cuando se trata de niños u adolescentes. El daño que provoca en ellos no solamente se ve reflejado en situaciones inmediatas sino que también se proyecta de manera no muy optimista en situaciones futuras. En este sentido, tanto es importante abordar en una modalidad de atención curativa a aquellas personas adictas, como a sus familiares quienes también experimentan y sufren el proceso de esta enfermedad.
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